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Defensa del Tarot II

Para aquellas personas que a los tarotistas nos tildan de chantas y nos ponen injustamente a todos en un mismo saco, escribo. Este ejercicio es algo así como un comienzo, del diario de una tarotista, apenas una parte de este camino. Va para todos, y sobretodo para aquella inquisición de ateos, no creyentes en nada, que no creen ni en sí mismos, va para esos cristianos fanáticos que quieren quemarnos nuevamente, cuando el futuro está escrito en las nubes, en el cruac de las aves y en los bichos que se nos aparecen, en los sueños. El futuro está en el árbol ancestral de nuestros antepasados con su mochila de karmas, paradigmas y frustraciones, está firmado en el acta de nacimiento celestial que incluso trae incorporada la fecha de caducidad -carta natal-. Por último, está escrito el inconsciente individual como diría Sir Gustav Jung. Solo hay que decodificarlo.
Yo en particular soy muy cuidadosa para leer cartas, aclaro esto antes que alguien juzgue mi riguroso trabajo con ligereza sin conocerlo. Los tarotistas navegamos en aguas inciertas, inferimos sobre el devenir a través de un sistema filosófico ancestral que es el tarot; una maravillosa herramienta de autoconocimiento, oracular y terapéutica.
No somos maquina señores, nos podemos equivocar a veces. Cuando nos sale la muerte callamos, y cruzamos los dedos para que las cartas salgan buenas y se cumplan los buenos presagios.
Estamos predeterminados desde que nacemos, así como venimos con un color de ojos y pelo, venimos con cierto carácter, temperamento, condicionados por un entorno familiar que está escrito, y viviremos ciertos hitos como experiencias personales que deberemos enfrentar en esta vida, que nuestro espíritu escogió para evolucionar en este viaje. Sí, es cierto, pero muchos también vienen con muchos dones, habilidades, y sabiduría innata.
Ahora bien, el futuro tiene una tendencia probalistica en base a leyes de causa y efecto, pero nosotros lo podemos vivir de la mejor forma. Al final las decisiones ante la incertidumbre implican también una renuncia a una opción descartada, el escoger un camino de un sin fin de universos paralelos del llamado Multiverso.
En cada decisión no siempre vemos el cuadro completo, solo vemos la punta del iceberg, y se requiere una visión de largo alcance. Para esto el tarot es una guía y nos muestra el inconsciente, de donde emanan nuestras sombras, esa pobredumbre humana que no queremos asumir y mejorar, ese sol que tapamos con el dedo, que a veces lleva al consultante a la negación y a la justificación, a ese consultante que no se hace responsable de sus decisiones -porque simplemente no quiere cortar el cordón umbilical que lo ata a algo que le hace sufrir- y no quiere enfrentar, porque no quiere salir de la zona de confort y espera que el tarotista le diga que viene algo del cielo a salvarlo.
A veces viene a leerse las cartas la persona que espera resultados como si los sucesos fueran algo ajeno a él/ella, como si las cosas ocurrieran por osmosis y en ese intertanto exhala tanta neura y presión emocional, que satura al propio tarotista interrumpiendo constantemente la sesión, que dan ganas de tomarse un calmante para poder atenderlo. Es el tipo de consultante conflictivo que discute en la sesión, que dan ganas de decirle: “ud es el problema, no es el mundo que le rodea, vaya mejor a un psicólogo.”
Según Jung (psicoanalista e investigador de los arquetipos universales) esta suerte de proyección de sucesos hilados, se gestaría por sincronía desde la estructura psíquica del consultante, reflejado en las cartas e interpretado por el tarólogo.
Muchos somos más que tarotistas, somos profesionales del mundo de la ciencia, las letras y las leyes. muchos somos terapeutas, astrólogos, kabalistas, eruditos de un misterioso sistema nemotécnico ancestral, legado de egipcios, hebreos y cátaros.
Aún estamos en pañales para abrirnos a este asombroso saber en Chile, para sacarnos la virgen maría y los prejuicios, el miedo de la ignorancia, la racionalidad extrema como mecanismo de defensa, ante un conocimiento milenario y poderoso que no solo es teórico, es vivencial, experiencial y empírico.
Muchos estudiamos y vemos cada tipo de tarot con la solemnidad de una ingeniería del alma, la cual se desarrolla bajo leyes espirituales y una estructura heurística que sigue vigente después de 4000 años a.c.
Me gustaría que el tarot se enseñará en las universidades, que se recuperara como un patrimonio cultural universal del hombre y se honrara con la solemnidad de los viejos tiempos ancestrales.
@ Michelle Valencia G. – 07.03. 2017